Esta semana voy a dejar un poco el jurásico y me voy a centrar en dos noticias que me han llenado de indignación.
Vamos con la primera:
La Organización “Survival International” ha denunciado la Construcción de una enorme presa hidroeléctrica en Etiopía. La presa, que ha recibido el nombre de GIBE III pondrá fin al cauce natural del río Omo y destrozará las vidas de unos 200.000 indígenas, entre ellos los kwegu que llevan siglos cazando y recolectando por sus alrededores.
El río Omo es vital para la supervivencia de los habitantes de la región, ya que con la crecida de sus aguas fertiliza las orillas para que, una vez decrecido el cauce, los indígenas puedas cultivar las tierras y sobrevivir tranquilamente sin molestar a nadie.
Pero, ¡claro!, eso no es negocio para el primer mundo. Por ello, el Gobierno Etíope ha decidido arrendar grandes extensiones de terreno para destinarlo a la agricultura extensiva con el fin de producir biocombustible.
Nos cargamos la vida natural, pero lo compensamos creando biocombustible. ¡Hay que joderse!
Expulsamos a los habitantes que por derecho propio llevan siglos en la zona y pretendemos lavar nuestra imagen creando biocombustible para el Primer Mundo.
Porque ya me dirán ustedes para que quieren los indígenas el biocombustible.
Pero lo más grave es que los pobres habitantes no saben de su suerte, porque el Gobierno de su país ya se encarga de acallar las voces de protesta.
Si esta noticia les ha indignado, esperen a la segunda que ahí va:
Una empresa de safaris ecológicos ha construido un completo turístico en las tierras pertenecientes a los bosquimanos de Bostwana.
La empresa en cuestión se autoproclama como “una organización conservacionista dedicada al ecoturismo responsable, que ayuda a la protección de la fauna y flora africanas, compartiendo los beneficios con las comunidades locales”
Pues bien, está organización “tan responsable” no contó con el permiso de los bosquimanos, auténticos dueños de las tierras, pero sí que contó con el permiso del Gobierno de Bostwana.
En su desfachatez, la organización ha prohibido a los bosquimanos el acceso a los pozos de agua que se encuentran en el complejo turístico, reservando el agua para las piscinas que han montado. Ello obliga a los bosquimanos a largas caminatas para poder abastecerse de agua.
¿Con que vergüenza se va a bañar uno mientras nos miran unos indígenas suspirando por agua para beber?
Teniendo en cuenta que uno de los accionistas del complejo es una multinacional de zapatillas deportivas, a lo mejor se les ocurre regalarles zapatillas a los bosquimanos para que se les haga más llevadera la caminata para buscar agua.
Según esta multinacional, han adquirido acciones para “contribuir a un mundo mejor para las generaciones venideras”
Se me ocurren muchos comentarios, pero creo que la mejor forma de terminar mi artículo es transmitiendo el mensaje del portavoz bosquimano:
“Nosotros, los bosquimanos, pedimos a las empresas que no compren acciones del complejo hasta que nosotros no tengamos nuestros derechos y nuestra libertad. No hay nada más doloroso que ver una piscina junto a nosotros, en el desierto, donde la gente puede nadar, mientras nosotros no tenemos nada de agua”.
Justine de La Bretonne
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