Desde que el hombre comenzó a concentrarse en las ciudades originando las civilizaciones y el avance de la raza humana, el aumento de la contaminación ha ido de la mano con este desarrollo.
La contaminación en general es un concepto muy amplio, que puede ser dividido en diferentes tipos. Así podemos ofrecer una visión más específica de por qué se produce, sus consecuencias y posibles soluciones.
Aunque como todo en el medioambiente, está interrelacionado y es necesario equilibrar cada elemento de la naturaleza que tomamos de ella.
Entre algunos de los tipos de contaminación tenemos contaminación atmosférica, contaminación hídrica, contaminación acústica… o contaminación lumínica, de la que vamos a hablar hoy.
Tras consultar diferentes fuentes, la siguiente definición que hemos encontrado en la web de Cel Fosc, Asociación contra la Contaminación Lumínica nos parece muy acertada. De acuerdo con Cel Fosc, la contaminación lumínica
«es la emisión de flujo luminoso de fuentes artificiales nocturnas en intensidades, direcciones, horarios o rangos espectrales innecesarios para la realización de las actividades previstas en la zona en la que se instalan las luces. «
Como podemos ver la contaminación lumínica es el resultado de la suma de diferentes factores sobre los que tenemos todo el control sobre ellos y, por lo tanto, tenemos casi total control sobre ellos.
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Como decimos un par de líneas más arriba, son varios los factores, y sobre los que tenemos total control a la hora de afrontar y reducir la contaminación lumínica.
Vamos a ver cuáles son.
Este primer factor es claramente el que nos marca, al ser humano, como culpable único y exclusivo de la contaminación lumínica.
Aunque hay fuentes naturales de luz como el sol, los rayos, el fuego o las luciérnagas ¿os imágináis cuántas luciérnagas se necesitan para producir la misma contaminación lumínica que produce una ciudad?
Es una cuestión puramente humana.
Como fruto del desarrollo, los sistemas de iluminación
Pero esto no es suficiente.
Es necesario utilizarlos de forma responsable, pues no es únicamente la contaminación lumínica que se genera con su abuso, si no, las consecuencias de la sobreproducción y la huella ecológica que produce.
Durante el día tenemos el sol como fuente de iluminación. Salvo que la actividad se desarrolle en interiores, que no es el caso, la iluminación artificial es innecesaria.
Así pues, la vista del hombre, un animal diurno, no está adaptada para ver en la oscuridad. Por esto, tiene que ayudarse de fuentes artificiales de luz, punto anterior.
A medida que las necesidades del hombre han ido volviéndose más complejas, la iluminación se ha desarrollado en consecuencia para solucionar el problema de la falta de visión.
Tenemos aquí un factor ambiental, el único sobre el que nada podemos hacer.
Aquí podemos incluir el despilfarro de los recursos lumínicos, el sobreuso y una mala planificación.
Demasiadas fuentes de iluminación, con una intensidad mayor de la necesaria, durante más tiempo del necesario…
La mentalidad del consumismo, cuánto más mejor… pero sin tener en cuenta las consecuencias de estos excesos.
Este tipo de contaminación afecta tanto al hombre como a los animales de diferentes maneras.
A continuación te contamos algunas de las formas en que la contaminación lumínica nos afecta:
La visión es nuestro sentido principal, a través del cuál recibimos la mayor cantidad de información.
Así pues, la contaminación lumínica tiene diversos efectos sobre los principales mecanismos de la visión, a saber:
Dependiendo de la intensidad de la fuente de luz puede provocar desde una molestia pero no impedir que se pueda seguir viendo, a llegar a cegar totalmente y provocar incluso daños a la visión.
Éste se produce cuando la luz artificial es reflejada por el propio cielo durante la noche, y a la vez es dispersada por las partículas que hay en las atmósfera.
Es lo que provoca que en las ciudades y sus alrededores hayamos perdido la oportunidad de ver el manto de estrellas que nos cubre… y que es uno de los espectáculos más bellos de la naturaleza.
Este efecto se produce cuando la luz va más allá del área que se quiere iluminar.
En este caso, puede que la luz del alumbrado público afecte a quién quiere dormir irrumpiendo en el dormitorio… o afectando a la fauna y flora alterando sus ciclos de sueño. Como se utiliza con las gallinas para que no dejen de poner huevos en las granjas donde se les explota.
Cuanta más luz se consume, más energía es necesaria. Y por el momento, generar energía conlleva un coste, económico y medioambiental,algo que podría ser reducido notablemente con un uso racional y responsable de la ilumincación.
La contaminación lumínica, al producirse durante la noche, influye negativamente sobre una de las actividades básicas del hombre para mantenerse vivo, el sueño.
Del mismo modo, unas condiciones lumínicas con una intensidad inadecuada tiene efectos sobre la salud y el equilibrio psicológico y el comportamiento.
En cuanto a los animales, al estar muchos adaptados a la noche, plantea un escenario totalmente diferente en el que sus sistemas de caza, defensa, hábitos… se ven perturbados haciendo que sus comportamientos cambien alterando el equilibrio natural.
Dejar de ver las estrellas, el universo exterior… hace que el ser humano pierda la conexión con algo que ha maravillado a nuestros ancestros. Y en el caso de querer estudiarlo, hay que desplazarse a kilómetros de las ciudades para escapar del resplandor que producen.
La solución más radical sería dejar de iluminar drásticamente, reducir la intensidad, dejar de iluminar las zonas en las que no hay nadie…
Pero hay que tener en cuenta ciertos factores que hacen esto inviable.
La seguridad es uno de ellos.
Las zonas poco iluminadas son las preferidas para cometer robos y delitos. La oscuridad ofrece la posibilidad de esconderse y no ser vistos.
Por lo tanto, es necesario mantener un nivel mínimo de iluminación para mantener unos níveles mínimos de seguridad, tanto para las personas como para las propiedades.
La seguridad vial
Para hacer un uso responsable de la luz y reducir la contaminación lumínica, son varias las acciones que se pueden desarrollar.
Una correcta iluminación va a marcar la diferencia entre hacer uso de la luz que necesitamos y el despilfarro y la contaminación.
Entre los elmentos que influyen aquí tenemos:
Adecuar la intensidad a las necesidades de las actividades que se vayan a realizar es básico para asegurar la sostenibilidad. Dependiendo de la intensidad dependerá el cantidad de luces que necesitamos.
A menor intensidad mayor número de fuentes de luz. Y por lo tanto, más recursos.
En combinación con la intensidad la cantidad de fuentes de luz va a variar. Cada fuente de luz va a consumir recursos y necesita de recursos para producirse. Un estudio detallado de las necesidad y los factores que influyen en la zona a iluminar tendrá como resultado una iluminación más eficiente, y por tanto sostenible.
Utilizar sistemas que dirijan la luza al área dónde se necesita y no esparcir la luz hace que se necesiten más fuentes de luz y más potentes, además de reducir algunos de los efectos de la contaminación lumínica.
Dependiendo de la época del año, latitud, situación geográfica… optimizar los tiempos en los que las fuentes de luz están activas es un factor importante para reducir la contaminación lumínica, el consumo y reducir la huella de carbono.
Fuentes de información para la entrada:
Universidad Politécnica de Madrid
Wikipedia
Cel Fosc, Asociación contra la Contaminación Lumínica
Fuente imagen cabecera: http://astromadrid.cab.inta-csic.es/2013/12/ – Por A. Sánchez de Miguel/NASA/ESA
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