Ecológicamente felices
Asumo que con las reflexiones del presente artículo me voy a granjear la enemistad “per saecula saeculorum” de todos los “marketinianos”, publicistas y demás abanderados del consumismo en general.
Presumo de ser un espíritu inteligente, valiente y con libre albedrío, por tanto… ¡Vamos a ello!
Existe un libro que les recomiendo leer: se trata de “Fluir: Una Psicología de la Felicidad” del psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi (lo que no les recomiendo es que intenten pronunciar el apellido). Este libro hace un riguroso estudio sobre la forma de conseguir la Felicidad, basándose en que podemos intentar mejorar cada actividad cotidiana e intentar sacar el mayor partido de cada una de ellas. Para ello es primordial el uso de nuestra concentración.
Para Mihaly (perdonen la familiaridad de utilizar el nombre propio, pero corro riesgo de disloque mental si tengo que escribir más de una vez el apellido) la Felicidad no sucede ni es resultado de la buena suerte. No se puede comprar ni depende de acontecimientos externos, sino más bien de cómo los interpretamos.
Mihaly descubrió que, cuando la gente realizaba actividades de ocio que resultan caras por los recursos necesarios para su práctica – equipo caro, mucha electricidad, mucho gasto de energía (pilotar vehículos, ver la tele, etc…) – era menos feliz que cuando dedicaba su ocio a actividades, digamos, más modestas.
La gente era más feliz cuando se dedicaba a tejer, a cultivar la tierra, a cuidar las plantas, a leer, mantener una afición,… o con una simple charla tranquila y sosegada. ¿No les resulta curioso?
La razón es muy simple: para las actividades de ocio que necesitan muchos recursos externos, frecuentemente se requiere menos atención, por lo que generalmente ofrecen menos gratificaciones.
Sin embargo, aquellas actividades que requieren pocos recursos, exigen una alta inversión en energía psíquica (concentración) por lo que su práctica proporciona mayor grado de satisfacción.
No me negaran que se necesita valor para proclamar todo lo anteriormente expuesto en nuestra actual sociedad de consumo.
Cualquier publicidad nos incita a consumir los vehículos más potentes, la ropa más cara, las joyas más exclusivas, los artículos con las pieles más difíciles de conseguir, los alimentos más exóticos,… todo ello se traduce en un gasto y despilfarro de recursos y energías que sólo se puede calificar como inconsciente y egoísta. Y lo más triste, es que únicamente conseguimos ese instante de satisfacción (que no felicidad) por haber conseguido lo que la mayoría no puede. Vayan algunos ejemplos, no se crean que tan exagerados:
“Me acabo de comprar unos zapatos de piel de armadillo del Amazonas. ¡No veas que pastizal! Como es un animal en peligro de extinción, ya sabes…”
“Mi han tapizado el coche con piel de ternera Kobe. Claro que he pagado unos 20.000 € más por él pero ¡Como mola!”
“A nosotros la fruta nos llega directamente por avión desde Sao Paolo.”
“A Pablito le ha regalado su padrino un chupete incrustado de diamantes y zafiros. ¡Qué detalle! En blanco y azul por ser niño”
Es muy triste que nos hagan creer que alcanzaremos la felicidad por conseguir lo que la gran mayoría no puede, aún a costa de esquilmar recursos. Un ínfimo instante de satisfacción personal a costa de hectáreas de bosques desmochados.
En cambio, si nos dedicásemos a actividades más modestas como las arriba descritas, no solamente contribuiríamos al ahorro de recursos y energía, sino que la necesaria concentración para realizarlas incentivaría nuestra actividad cerebral. Dejaríamos de ser una masa de embrutecidos a los que se convence con “10 de pipas”. Nos relacionaríamos más y mejor con nuestros semejantes, lo que contribuiría, por descontado, a un enriquecimiento de sensaciones y experiencias a nivel personal.
Por cierto, acaba de llegar mi queridísimo amigo Lord Darcy y se me está ocurriendo una actividad personal y muy satisfactoria, a la que me voy a lanzar con él en cuanto acabe con este artículo. Ustedes ya me entienden.
Lo confieso, estimados amigos, mi espíritu, que sigue vibrando con un insaciable afán revolucionario, se niega a acatar los dictados del consumismo actual o a buscar la propia satisfacción en la miseria y el desamparo del prójimo, sea planta o animal (racional e irracional).
Por tanto, proclamo, desde este foro que:
LA UNICA VIA PARA SER FELICES ES A TRAVÉS DE LA INTELIGENCIA Y EL RESPETO
NUNCA ESQUILMANDO LOS RECURSOS DE NUESTRO MUNDO
Lo contrario, créanme, es idiotez enciclopédica.
Justine de la Bretonne
Los marketinianos puede que te retiren (temporalmente) la palabra pero yo estoy deseando tomarme ese té y disfrutar de tu inteligente y divertida compañía!! Con permiso de Lord Darcy, por supuesto!
Hola;
Muy buen artículo y tienes toda la razón, la vida se basa en el consuminsmo y no queremos ver lo mas importante, no es mas afortunado y feliz el que mas tiene si no el que menos necesita.