Mareando Delfines

Estimados amigos, esta semana me he llevado un enorme disgusto y mi indignación alcanza cotas enciclopédicas.

Les cuento:

Resulta que una ONG Peruana ha confirmado que el 100% de los delfines aparecidos muertos en sus costas murieron por un síndrome de descompresión e impacto acústico, producido por las ondas sonoras generadas por embarcaciones petroleras.

Al analizar estos cadáveres se han encontrado con oídos rotos, hemorragias y burbujas de gas en sus órganos vitales.

¡Pobres seres! Acabar de esta manera y totalmente indefensos ante nuestra desfachatez y prepotencia.

El delfín es, junto con el homínido, el ser más inteligente de la naturaleza. O al menos es lo que decimos los seres humanos. Habría que preguntarles a los delfines su opinión.

Muchas culturas pretéritas (Griegos, Celtas, Romanos,..) lo veneraban como a un dios. El delfín siempre nos ha acompañado en nuestras epopeyas a través de los mares. Divisar delfines en medio de la inmensidad de los océanos era, y es, muy reconfortante para el ser humano. Son animales que transmiten seguridad, amabilidad y tranquilidad.

A mí, particularmente, me parecen unos seres increíbles por su inteligencia, su dinamismo, su alegría. Creo que acabaron por error en un planeta, dominado por el ser humano, y que definitivamente no les merece. O a lo mejor es el planeta el que no se merece al ser humano.

Son numerosas las historias sobre delfines que han ayudado a sobrevivir a náufragos o a protegerles de depredadores como el tiburón. No sé si lo harán por instinto pero, de lo que no cabe duda es que siempre lo hacen forma desinteresada. Y ¿No es acaso claro síntoma de inteligencia superior la ayuda desinteresada?

¿Y como se lo agradecemos nosotros?

Pues contaminando acústicamente su entorno en aras de un progreso que, francamente, me parece cada día más abocado a la total aniquilación de la vida en la tierra.

Somos conscientes de que para muchos animales marinos la acústica es vital para su supervivencia pero, desafortunadamente nos trae al pairo (hablando de mares, aprovechemos para usar símiles marineros).

Los delfines se desplazan por los mares del planeta siguiendo rutas grabadas durante milenios en sus menorías atávicas. Nosotros también llevamos milenios desplazándonos por rutas marinas pero, sólo unos pocos decenios atronando con nuestros petroleros el entorno marino y desorientando animales acuáticos a diestro y siniestro, lo que les lleva, irremisiblemente, a la muerte.

Si ya no nos mueve el respeto al resto de seres vivos (estarán conmigo que esto ya es una realidad), podríamos preservar estas especies para aprender de sus hábitos en provecho nuestro. Alguna razón habrá para seguir una ruta en vez de otra, o para migrar en una época o en otra.

Pero, claro, eso sería un insulto a nuestra soberbia de “reyes de la creación”. Todo lo que no sean cálculos matemáticos, análisis y estadísticas no nos vale. Seguimos en nuestra infinita ignorancia, sin comprender que el mayor y mejor libro de aprendizaje es la naturaleza.

Lo más triste es que, para sobrevivir,  los únicos sitios que les van a quedar a los delfines serán los delfinarios, donde les enseñamos a pegar saltos y hacer piruetas para nuestro solaz y divertimento.

No puedo evitar preguntarme ¿Qué pensaran los delfines de nosotros? ¿Qué opinión de nosotros se les acabará grabando en la memoria?

Lo más probable es que acaben pensando (si no lo hacen ya) que somos un atajo de gilipollas integrales que estamos jodiéndolo todo por jugar a ser los “number one” del planeta.

Justine de La Bretonne

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