¡Qué huevos!
¿Por qué un alimento es considerado ecológico?
Ésa pregunta me la han repetido cientos de veces, acompañada de la coletilla «¡los tomates de mi pueblo sí que son ecológicos!».
Y no dudo que sean ecológicos, pero no siempre es así, la denominación «de mi pueblo» no significa ecológico, ya que pueden haberse usado ciertos productos químicos o estar expuestos a ellos por cercanía o simplemente haber usado semillas transgénicas con o sin conocimiento de haberlo hecho, pero ese es otro tema…
No se trata tampoco de un sello, pues personalmente consideramos el pago de este como algo injusto como hemos hablado anteriormente y que seguro que volveremos a tratar en un futuro, se trata de hacer la cosas de forma más razonable.
Lo curioso es que tratemos los productos alimentarios como cualquier otro objeto industrializado. Tiene que ser barato (no siempre es así) y debe poder producirse en masa para acallar las «caprichosas barrigas» con las que contamos. El enfoque sin embargo es muy variado según quien lo plantée. Desde así se soluciona el hambre en el mundo, alimentando millones de bocas hambrientas, justificación que personalmente no me creo dada la ingente cantidad de alimento que se desperdicia; o la versión de se produce más y más barato, que según desde que punto de vista puede ser así, pero… ¿A qué precio? A costa de agotar recursos naturales, perder variedades en pos del monocultivo, etc…
Y el hecho de tratar las huertas o lo que es peor aún a los animales como simples máquinas productivas, me pone los pelos de punta. En muchas ocasiones hemos visto u oído sobre la crudeza de las granjas avícolas, por poner un ejemplo, donde no hay gallinas, hay «máquinas de poner huevos».
Las gallinas sólo tienen el derecho y la obligación de poner huevos, total, ¡sólo son pollos!
Y no sólo se trata de poner huevos, se trata de meter más «máquinas de huevos» en menos sitio, en jaulas de más o menos el tamaño de un folio, tienen 24 horas la luz encendida, para aumentar la productividad, y por supuesto su alimento. Alimento compuesto de harinas transgénicas y no se sabe cuantas guarrerías más está complementado con variados productos farmacéuticos, que en consecuencia nosotros ingeriremos cuando nos alimentemos del animal. ¡Qué buenas las gallinas que comparten con nosotros los beneficios de dichos transgénicos y antibióticos!.
Sea como fuere, vegano o no ¿qué derecho tenemos para tratar así a un animal?
En caso de querer seguir alimentándonos de ellos, como mínimo deberíamos permitirles una vida digna, aprovechando otros tantos beneficios que estos animales pueden aportarnos. Y aunque para nada sea necesaria la ingesta de carne para el ser humano o no al menos como «producto de diario» (cada cual con sus ideas), podemos como mínimo comprar productos animales que nos aseguren que el animal ha tenido una vida digna.
Vigilad que sólo comprais huevos con un cero delante, que nos asegura que esa gallina es campera y que además tiene una alimentación ecológica, con las carnes y demás productos, igual, seleccionemos siempre producto ecológico asegurándonos así que esos animales han tenido una vida suficientemente digna.
Si no comeis productos de origen animal, no hay nada que decir, y quien siga considerando que la carne es necesaria diré como dato curioso que el 6 veces campeón del Ironman de Hawai Dave Scott, al igual que otros tantos atletas de élite, es vegetariano.
¿Dará fuerza de oso la carne de oso?