Homo predator
Como todos los viernes Justine de La Bretonne nos deja sus reflexiones, esta semana, sobre un tema que desgraciadamente sigue sucediendo después de miles de años.
Esta semana, quisiera transmitirles mis impresiones, después de leer un interesante artículo sobre la tremenda acción depredadora que el “homo sapiens” ejerce en la vida de nuestro planeta.
Empecemos por los orígenes (que siempre es una buena forma de empezar):
Los llamados depredadores se pasean por nuestro planeta desde hace unos 500 millones de años. En un principio eran sencillos organismos marinos, pero la evolución natural de las especies fue alterando genéticamente a presas y depredadores. Ambos tipos de animales fueron adaptando su fisonomía o hábitos, los primeros para hacer más difícil su captura y los segundos para hacerla más fácil.
Si un depredador evoluciona para ser más veloz, su presa natural desarrollará pies más veloces.
Como los depredadores desarrollan dientes más afilados para desgarrar la carne de sus presas, estas desarrollan cuernos y pieles más gruesas para evitar estos dientes.
Algunos animales cazan en grupo, por tanto las presas se agrupan en rebaños defensivos.
A esto se le llama, señores, cadena evolutiva. Y los animales van transformándose a lo largo de milenios en una secuencia lógica y racional de alteraciones y adaptaciones, manteniendo en equilibrio constante la biodiversidad del planeta.
Pero llegamos nosotros, los seres humanos, y en pocos milenios nos hemos convertido en el peor de todos los depredadores que hayan existido en la historia de los seres vivos – los “number one” – y encima, presumiendo de ello.
Pocos seres vivos han desarrollado defensas contra nuestra especie. Además, a muchos de ellos, no les hemos dado tiempo. Si se toman la molestia de leer noticias relacionadas con zoología, verán que gran cantidad de especies se descubren pocos decenios antes de su total extinción.
Todo esto fue consecuencia de nuestra inteligencia, nuestra astucia y nuestra habilidad para planificar estrategias. El problema es que en vez de aprovechar esas cualidades para fines coherentes, los hemos invertido en posicionarnos en una auténtica avalancha hacia el carajo más absoluto.
Da igual la adaptación que haya sufrido otro ser vivo para protegerse de nosotros. Con una soberbia sin parangón, resulta paradójico como hemos sabido sacar provecho de algunos mecanismos de defensa.
Veamos algunos ejemplos:
– Que el animal en cuestión se hace más y más grande: nosotros nos lanzamos desesperados a la caza del ejemplar más voluminoso, con el único afán de colmar nuestro ego de “campeones”.
– Que muchos invertebrados desarrollan un caparazón duro y resistente: convertimos esa protección en peinetas y camafeos.
– Que nuestra posible presa segrega un veneno letal para el ser humano: pues lo convertimos en infiltraciones subcutáneas para mantenernos tersos y jóvenes.
– Que numerosas especies han evolucionado hasta lucir una cornamenta espléndida: salimos a cazarlas para colgarlas en las paredes como trofeo, hacernos patas de taburetes, ceniceros o, si no son muy grandes, nos la colgamos al cuello.
– Los machos de muchas especies han desarrollado vistosos plumajes o llamativas pieles. Nosotros nos las ponemos encima, en un intento ridículo de emular su belleza y nobleza natural.
No cabe duda, somos la mayor plaga de este planeta. Y lo somos por nuestra actitud soberbia y egoísta.
No nos hemos parado a pensar que somos una especie más. Nosotros no hemos experimentado las evoluciones y adaptaciones físicas del resto de seres vivos. Hemos tenido la inmensa suerte de ser los elegidos para experimentar la mayor de todas las evoluciones: la inteligencia racional. No niego que en nuestro entorno habitual, de vez en cuando, encontremos algún espécimen de “eslabón perdido” que no llego al reparto de esa virtud, pero debemos aprovechar esa ventaja para hacer que nuestro pequeño rincón del universo siga siendo ese milagro mágico llamado Vida.
Les ruego, por tanto, que evolucionemos en esa inteligencia, que seamos coherentes y sabios, respetuosos y comedidos. Sería muy triste haber recibido ese don para acabar siendo los cafres que acabaron con este planeta. ¡Vaya un diploma!
Justine de La Bretonne
http://www.filosofia.mx/index.php/forolibre/archivos/el_devenir_del_hombre_segun_la_filosofia
http://leodegundia.blogspot.com/2005/09/ansia-de-poder.html
Porque no hay que olvidar, sobre el particular, que al hombre se le definió por un buen tiempo como “horno sapiens”, para después pasarlo a distinguir como un «homo faber». Más recientemente, se postula que el hombre ha pasado a ser esencialmente un «homo oeconomicus», sin perjuicio de su caracterización corno «hombre masa» a partir de los procesos de industrialización. De otra parte, al hombre se le ha logrado diferenciar un «pathos» (forma de sentir) y un «ethos» (forma de actuar, modo de vivir), entre otras tantas caracterizaciones y atributos. En definitiva, el hombre a la vez que tiene instintos es también un ser sensible, un ser que piensa (razón) y que tiene creencias (espíritu).
Entonces, con tantas caracterizaciones, el hombre siempre representa un punto de tensión, que está sometido a fuerzas provenientes de los más diferentes campos, lo que lo hace ser mucho más complejo de lo que supone, o de lo que la ciencia pueda diagnosticar aún con sus instrumentos más avanzados.
Notas:
Fuente: http://www.kaosenlared.net/noticia/159618/devenir-hombre-segun-filosofia
SPAIN
Obedecemos a un instinto básico de supervivencia para transmitir nuestro adn. Este instinto basico es el que garantiza la transmisión sucesiva de nuestro adn. Es un mandato universal e ineludible. Conforme a él se comporta el hombre de forma agresiva y depredadora en latitudes de explosión demográfica donde tiene que competir y ganar como sea frente a los demás especímenes.
Sin embargo en latitudes donde no se da la explosión demográfica competitiva, el comportamiento humano es inverso. Los nórdicos y esquimales se ayudan unos a atros en las dificultades, pero con el mismo fin. Poder transmitir su adn como instinto básico. Etc etc etc.