La importancia de tener un nombre (y un número)
En las últimas semanas, hemos visto en las noticias que se culpaba a diferentes alimentos (por ejemplo, los pepinos de producción ecológica) de provocar una crisis sanitaria en Alemania, destruyendo la confianza de los consumidores en algunos productores ecológicos.
Finalmente, después de haber provocado pérdidas económicas elevadas a los dueños de las explotaciones como a los jornaleros, se demostró que el consumo de pepinos de producción ecológica de Almería era seguro.
¿Qué conclusiones podemos sacar de esta crisis?
Por una parte, demuestra que los productores ecológicos forman parte de la gran industria alimentaria. Son capaces de cumplir con todas las normas de seguridad alimentaria y dedican la mayor parte de la producción a la exportación. Aunque la agricultura intensiva en el sur de España ofrece unas condiciones muy particulares para estos cultivos, su experiencia puede ser aprovechada en el resto del mundo adaptándose a cada región.
También se demuestra la utilidad de los procedimientos de trazabilidad alimentaria. Resulta costoso (en tiempo y dinero) para los agricultores obtener las diferentes licencias y certificaciones de producción ecológica, pero en un mercado multinacional con una competencia feroz, resultan imprescindibles. Sin los mecanismos de trazabilidad impuestos a los productores, no se habría podido determinar que los pepinos de las explotaciones sospechosas no eran perjudiciales para la salud.
Y puede llevar a debatir sobre qué consideramos un producto ecológico.
¿Un pepino cultivado en un invernadero puede ser ecológico? ¿Es igual de ecológico un tomate cultivado en un invernadero de Almería que uno cultivado en Holanda? ¿Es menos ecológico usar estufas de gas para mantener la temperatura de los invernaderos en invierno o transportarlos por carretera 3000 kilómetros?
¿A qué podemos renunciar ahora que nos hemos acostumbrado a tener todo tipo de comida durante todo el año?